Esclavos del viagra.
Por Consuelo Terra / Producción periodística: Diego González / Fotografía: Rodrigo Chodil / Producción: María Eugenia Ibarra.
Fernando (25) lo compró en promoción en un sexshop junto con tres amigos del trabajo. Quedaron en que todos lo probarían el fin de semana y el lunes se juntarían a contarse cómo les había ido. A Pablo (23) se lo regaló un amigo que trajo de España. Claudio (26) lo compró en la farmacia sin receta y le regaló una tira de tres a su amigo Rolando (28) y Rolando le regaló una pastilla que le sobró a Daniel (25) para que lo probara. Son veinteañeros que comparten la pastillita azul como una “cartita de triunfo” y la llevan en su billetera para “casos de emergencia”, cuando tienen miedo de no funcionar sexualmente tras un carrete donde, muchas veces, han consumido alcohol u otras drogas. Casi nunca le cuentan a sus parejas cuando usaron uno. El viagra sigue siendo un secreto para mantener su honor de machos recios a toda costa. Pero ignoran que, a la larga, conseguirán el efecto contrario al que buscan: al entregarle el poder a una pastilla, van perdiendo todo el control sobre su sexualidad.
En Chile estas pastillas se comercializan bajo tres nombres: sildenafil (viagra), vardenafil (levitra) y taldenafil (cialis). Además de los 84 genéricos registrados por la Agencia Nacional de Medicamentos que se pueden comprar libremente en farmacias a precios entre 500 y mil pesos por comprimido. Aunque se deberían comprar con receta médica, en la práctica rara vez es exigida, por lo que resulta muy fácil automedicarse. También se puede adquirir la pastilla por internet, en el comercio ilegal. En Chile no hay estadísticas sobre consumo de fármacos, recién este año el Ministerio de Salud se hará cargo de realizar estos estudios. Pero se sabe que en Europa, 30% del sildenafil se adquiere en el mercado negro (ver recuadro).
Las farmacias consultadas por Paula (Cruz Verde, Ahumada, Salcobrand y Farmacias del Dr. Simi) rehusaron entregar información sobre sus ventas del medicamento. Sin embargo, todos los profesionales de salud entrevistados para este reportaje confirmaron un aumento en sus consultas de veinteañeros, e incluso adolescentes que han usado viagra de forma automedicada. “En mi experiencia clínica, el peak de consumo es entre los 25 y 35 años. Pero en los últimos años, como ha bajado el precio de los genéricos, los más jóvenes y adolescentes también pueden acceder al viagra y lo han incorporado al pack del carrete, digamos, junto con el alcohol y los cigarros”, dice el sicólogo y terapeuta sexual del Centro Ikastola, Francisco Pérez Deney. La tendencia parece ser global. Un estudio publicado en The Journal of Sexual Medicine, realizado en población argentina concluyó que 21,5% de los hombres sanos de entre 18 y 30 años había utilizado el sildenafil como droga recreacional, sin control médico. De ellos, más de la mitad lo mezcló con alcohol y/o otras drogas. Es en las relaciones ocasionales sin compromiso, de “touch and go” y de amigas con derecho, cuando más recurren al viagra los hombres jóvenes.
En esas situaciones el fármaco funciona como el as bajo la manga que los ayuda a estar más confiados. “En relaciones estables no es tan frecuente el uso de viagra, porque ahí la ansiedad no es tanta como en las relaciones de una noche donde estás con una persona que no conoces y donde está más presente la presión de tener un buen desempeño sexual”, afirma el sexólogo Rodrigo Jarpa. Otra razón que lleva a hombres jóvenes a recurrir al viagra es la percepción de que las mujeres están más empoderadas y exigentes. “La mujer ya no necesita un hombre que venga a mantenerla y armarle el cuento. A nivel cultural y de roles, eso le quita un poco al hombre la seguridad de que hay algo que él le pueda dar.
Desde ese punto de vista, si lo único que yo le puedo dar ami mujer es satisfacción, es una presión enorme. Las mujeres y adolescentes de hoy se paran con mucha seguridad y dicen: ‘Oye, conozco lo que es un orgasmo y ya nome puedes hacer tonta. Eso mismo lo quiero contigo. Y no quiero durar un minuto, quiero tener una buena relación sexual’. Las mujeres hoy a los 19 y 20 años quieren una sexualidad plena”, afirma la terapeuta sexual Nerea de Ugarte.
El mito dice que el viagra aumenta el deseo sexual, la potencia y el tamaño del pene, pero la realidad es que no afecta a ninguna de esas variables. La pastilla tiene un efecto muy preciso y acotado: es un vasodilatador, es decir, libera una sustancia que incrementa el flujo sanguíneo y, de esta forma, favorece la erección. “Los jóvenes no deberían usarlo, porque no lo necesitan”, afirma categóricamente el urólogo andrólogo de la Clínica Las Condes, Cristián Palma Ceppi. “Es muy distinto a lo que pasa en los adultos de entre 50 a 80 años donde 50% sufre de disfunción eréctil y en 85% de los casos se trata de causas orgánicas, donde el viagra resulta muy efectivo. En los jóvenes es al revés: solo 10% sufre de disfunción eréctil y en la gran mayoría de los casos se trata de causas sicológicas, como ansiedad, depresión o inseguridad. Eso no se resuelve tomando sildenafil”.
El uso de la pastilla azul tampoco garantiza la satisfacción sexual de ninguno de los miembros de la pareja, advierte el sicólogo Francisco Pérez Deney: “Sigue estando presente en los jóvenes la creencia de que mantener una cierta performance en términos de duración significa virilidad y placer. Pero así se deja de lado una práctica sexual gozosa y pasa a ser ‘deportiva’, porque está centrada en el rendimiento, y lo aleja de lo lúdico”. En general, los especialistas entrevistados para este reportaje coinciden en que el sildenafil, indicado por un médico, es una droga segura, pero puede tener efectos secundarios molestos como dolor de cabeza, bochornos y baja de presión. También podría ser peligrosa la interacción con otras drogas o medicamentos y con el alcohol que es otro vasodilatador. “El riesgo aumenta aún más si la pastilla se compra por internet, porque muchas veces lo que venden no es viagra, sino una mezcla adulterada de otros fármacos”, dice Palma.
Fernando (no es su verdadero nombre) es diseñador, guapo, tiene un estilo rockero-indie y sus amigos son músicos y artistas. A los 25 compró su primera caja de 10 comprimidos de sildenafil como parte de un desafío. Con su jefe y dos compañeros de trabajo, fueron a un sex shop y cada uno compró una caja. Quedaron de probarlo el fin de semana y el lunes contarse sus experiencias, pero él, además, tenía una motivación personal. “Yo tenía una polola, o más bien una amiga con derechos media horny, que me agotaba, me superaba. Con mi primera polola del colegio había aprendido mamonamente a ser tierno y lento, pero esta chica se impacientaba. Era más vigorosa: yo siempre quedaba muerto, mientras que ella habría podido seguir.
Así que ese sábado tomé una pastilla para impresionarla. Fue muy estúpido. No le dije nada, porque quería dármelas de bacán”, cuenta Fernando. La tomó 30 minutos antes de llegar a su casa y mientras tomaban un trago, comenzó a ponerse colorado. “Ella me preguntaba qué me pasaba y yo no sabía qué decir, iba al baño a echarme agua, me dolía la cabeza, estaba sofocado, con el corazón acelerado. Era muy desagradable”. Sin embargo, logró relajarse un rato, cuando comenzó a tener relaciones con su amiga. “El problema con el viagra es que el efecto es puramente físico. Uno puede seguir con erección mucho tiempo, aunque ya no esté excitado. Así que te pones poco menos que a fingir. Yo no estaba disfrutando mucho en verdad, estaba preocupado de mi cara roja, urgido, todo el rato tratando de disimular los efectos secundarios. Ella disfrutó, pero yo me sentía un poco como esas mujeres que fingen orgasmos”.
Volvió a usar viagra otras tres veces y a la tercera, curado, le confesó a su amiga que había tomado el fármaco. “Ella me dijo que le daba lo mismo, no tenía para qué tomar nada. Y también por eso dejé de usarlo. Empecé a andar mucho en bicicleta y eso me ayudó harto a durar más”, dice. “Pero igual volví a recurrir al viagra más adelante, cuando estaba pasando por una depresión. Fue por cumplir, porque no me excitaba con nada. Esa cuestión igual fue charcha, pero era necesario para prolongar la relación y obviamente tomaba para callado, en el baño. Tenía una billetera en ese tiempo donde siempre estaba la pastilla media aplastada”.
Rolando Rojas tiene 28 años y estudió Administración de Empresas. Es alto, flaco, de bigote, le gusta mucho la música, ir a recitales y carretear con sus amigos. La primera vez que probó el sildenafil fue el año pasado. “Un amigo del trabajo me dijo que si tomaba un viagra iba a ser un campeón, un rey. Ahí me picó el bichito. Él siempre tenía varias tiras en la billetera y me regaló una de tres pastillas para que probara. Meses después me saltó la liebre. Una mina me invitó a un pub. Era una amiga de facebook. Nos tomamos cuatro chelitas, unos cinco ron y la invité a mi casa. Yo estaba preocupado, porque la semana anterior había salido con ella y no había funcionado bien. Ahora, para asegurarme, me tomé la pastilla. Me sorprendieron los efectos. Yo soy mañoso y hay situaciones que me distraen. Tu mamá habló muy fuerte, la escuchaste y te desconcentraste, o ladró el perro y jodiste. En este caso, como el viagra tiene un efecto físico, no hay conexión sicológica que te detenga, no hay un pero, no hay dudas. Meses después la probé con mi polola, en mi casa, y me funcionó. No le conté, no lo encontré necesario. El viagra es la carta de triunfo, el plan B”.
Javier (pidió cambiar su nombre para este reportaje) tiene 25 años, toca guitarra en una banda, es profesor de historia y con las mujeres tiene una actitud relajada. No es tímido, pero tampoco canchero. Y después de mucho tiempo pololeando, ahora está enfrentando su primer año soltero. “Yo tomé viagra por primera vez el año pasado, a los 24. Venía terminando con una polola con la que duramos cinco años, incluso hubo proyecciones de matrimonio, hijos, etc. Con ella todo bien, nunca tuve problemas, o sea, no soy superman ni un actor porno, simplemente un tipo normal. La cosa es que fui a una fiesta y conocí a una mina. Era tarde y bien curados nos fuimos para su casa. Empezamos a agarrar y caché que algo no andaba bien, como que pensaba en mi ex y me costaba concentrarme. Me sentí mal, porque igual no me funcionó. Como al mes, me metí con otra mina y de nuevo mal. Yo, ahora, mirándolo a la distancia, pienso que esos fracasos tuvieron que ver con el quiebre de mi relación, además del carrete, obvio. Luego, a los tres meses conocí a otra niña y ahí sí pude y todo salió bien. A los dos días quedamos de vernos de nuevo, yo estaba sobrio, pero no lograba funcionar. Todo el rato pensaba: ‘¿Y si fallo?, ¿y si no puedo?’. Y no pude. Quedé lleno de dudas sobre mí. Ya era la tercera mujer con la que tenía problemas.
Salí de nuevo con ella y, la verdad, me sentía desesperado, o sea no podía tener un 2-1 abajo: dos malas, una buena. Nos tomamos unas cervezas en Bellavista y le dije: ‘Oye, espérame, que tengo que hacer una llamada’. Partí a una farmacia y compré viagra. Me lo tomé al tiro. Llegamos ami casa, nos dimos unos besos y santo remedio, ni un problema. Me sentía poderoso. Me compré una caja de 8 pastillas y cuando iba a la casa de ella, me tomaba una antes, a escondidas. Era como una solución parche en ese momento para agarrar confianza. Aunque yo disfrutaba el viagra, sentía que le mentía a ella y a los tres meses me dije: ‘Esta cuestión no está bien’. Incluso una vez pensé ir a un cura y confesarme y eso que soy ateo. Como que me iba a empezar a entrampar y yo no quiero depender de pastillas. Así que terminé mi relación con ella y no he vuelto a tomar viagra. Tampoco he estado con nadie. Mi confianza está ahí nomás, pero pienso que tengo que ir viendo con el tiempo, tomarme las cosas con calma”.
El adolescente precoz.
El año pasado llegó a la consulta de la sicóloga y terapeuta sexual Nerea de Ugarte un chico de 21 años que comenzó a usar viagra para solucionar sus problemas de falta de control eyaculatorio, pero ahora tenía miedo de cómo rendiría si dejaba la pastilla. “Comenzamos a revisar su biografía sexual. Su aprendizaje del control de la eyaculación siempre tuvo la presión de la inmediatez. Tenía ocho hermanos, por lo tanto, cuando era chico tenía tres minutos para usar el baño, ducharse y masturbarse, con los hermanos golpeando la puerta.
Sus primeras relaciones sexuales las tuvo en un intercambio en Estados Unidos, en carretes “wild on”, con gringas con las que se daba un beso y después tenía sexo de inmediato en el baño, en situaciones donde la eyaculación precoz no se nota, o da lo mismo. Y así llega a los 21 años a su primer pololeo más largo y se da cuenta de que no tiene ningún control eyaculatorio”, relata de Ugarte. “En ese punto, un amigo lo aconsejó: ‘Oye perro, si te tomas un viagra da lo mismo cuanto duras, porque no pierdes la erección y puedes volver a hacerlo y pasar piola’. Durante meses, tomó sildenafil a escondidas cuando iba a tener sexo con su polola. Hasta que llegó un momento en que ya no era solo el miedo a no durar, comenzó también el miedo a no poder lograr una erección tan poderosa sin el viagra. En la terapia primero le hicimos entender que él no tenía ninguna patología, que debía hacer un proceso de aprendizaje, como cualquier adolescente. Para eso se le entregaron una serie de pautas, debía hacer algunos ejercicios solo y en pareja, en los cuales se practica el control eyaculatorio. El estaba súper comprometido con el tratamiento, su polola también, y en unas semanas logró mejorar su dominio”, afirma la sicóloga.
A los 26 años, Jorge (no es su verdadero nombre) fue diagnosticado como adicto al viagra. Comenzó a usar la pastilla hace cinco años porque con su polola, que tuvo a los 18 años, tendía algunas veces a perder la erección y se empezó a sentir cada vez más inseguro. Después, a los 20, y sin contarle a nadie, empezó a tomar el medicamento cada vez que tenía la posibilidad de algún encuentro sexual. Era sagrado, como lavarse los dientes, tomarse la pastilla. Y cuando comenzó un nuevo pololeo estable, siguió consumiéndolo. El gineco-obstreta y sexólogo Christián Thomas, quien lo atendió, cuenta: “Cuando me vino a ver, hace un año , ya llevaba tres años con su polola usando viagra sin que ella supiera. Su angustia era justamente esa: que no sabía si era él quien estaba funcionando o era la píldora”. Primero intentaron disminuir gradualmente el uso del viagra, pero no pudo. Le vino una inseguridad y disfunción eréctil imposibles de remontar. Se realizó todos los exámenes físicos y no tenía ningún problema orgánico. Sus disfunciones eran de origen sicológico. “Ahora está en un tratamiento por adicción, igual que como un alcohólico. Tiene prohibición total de tomar viagra. También está con abstinencia coital, porque así le bajamos la angustia de tener que rendir. Él le dijo a su pareja que estaba deprimido y con problemas de erección, pero no le contó toda la historia ni que él usaba viagra. Al mismo tiempo estamos haciendo un tratamiento de pareja, con ejercicios de focalización sensorial, de estimulación y recuperación del manejo muscular, potenciándolo en su funcionamiento auténtico. Pero la prohibición absoluta es volver al sildenafil. Este chico tiene 26 años. O sea, no es broma cuando se usa mal”, dice Thomas.
Los peligros del mercado negro.
En Europa, 30% del sildenafil y otros fármacos para la disfunción eréctil se compran en el mercado negro. En Chile, aunque no hay cifras oficiales, se sabe que también existe un mercado negro activo. “En los decomisos que la PDI realiza de cocaína, marihuana y otros tipos de drogas ilegales, es común encontrar también cajas de sildenafil”, afirma Elizabeth Armstrong, directora de la Agencia Nacional de Medicamentos. En el año 2011 esta institución fue informada de 10 decomisos de sildenafil proveniente del tráfico ilícito, equivalentes a 1.572 comprimidos. “El año pasado realizamos un análisis en laboratorio de uno de los decomisos de este producto, que se supone que era sildenafil, y resultó que ni siquiera tenía el principio activo. Es una de las drogas más falsificadas del mundo”, dice Armstrong. El urólogo andrólogo Cristián Palma Ceppi, advierte que la compra ilegal por internet es un riesgo para la salud: “A muchos jóvenes les da vergüenza pedirlo en la farmacia y por eso a veces compran por internet, que está plagado de adulteraciones. El peligro es que no sabes qué concentración del compuesto activo tienen y, además, pueden estar mezcladas con anfetaminas, cocaína y otras drogas cuya interacción podría ser mortal”.
La falta de control eyaculatorio es la disfunción sexual más común. Según la cifras que manejan los médicos a nivel internacional, afecta a 30% de la población masculina, en todas las etapas de su vida adulta (en contraste con la disfunción eréctil, que aumenta con la edad). Para resolver este problema, algunos jóvenes y adolescentes en sus primeras experiencias sexuales se datean entre ellos para usar la pastilla azul como “la solución” que les permitirá durar más tiempo, pero no saben que puede terminar agravando el problema. “Funciona como parche curita, porque el joven que no ha aprendido a controlar su eyaculación, al usar el viagra sigue durando igual de poco. Lo único que sucede es que después no necesita ni 5 minutos para poder tener una segunda relación sexual y esa podría ser la gracia”, afirma la sicóloga Nerea de Ugarte. “Pero en general alguien de 18 años no tiene ningún problema para tener varias relaciones seguidas, por lo tanto no es mucha la ayuda. Y sí puede tener una gran consecuencia negativa: interrumpe el proceso de aprendizaje natural de la sexualidad y puede producir una disfunción sexual secundaria en el largo plazo. Lograr una buena sexualidad es un aprendizaje y si la primera vez que doy un beso tengo relaciones sexuales, es muy difícil saber controlar la eyaculación. En cambio, si hay un proceso más graduado en que primero hubo besos, se tocaron, jugaron sin ropa, ese adolescente ha ido aprendiendo y trabajando el nivel de excitación para controlar y durar más”.
La inseguridad posquiebre.
El terapeuta sexual Rodrigo Jarpa dice que ha visto en su consulta varios casos de veinteañeros que logran tener relaciones sexuales sin problemas con sus parejas estables. Pero después de terminar con la polola, se complican al compararse con sus amigos solteros. “Empiezan a salir a discoteques y ven que sus amigos pueden estar bailando con una chiquilla y luego tener relaciones con ella en el baño. Y me dicen ‘a mí me gustaría hacer lo mismo, pero cuando conozco a una galla en la noche, como mis amigos, me genera mucha ansiedad y no puedo funcionar’. Ahí muchas veces recurren al viagra. Yo les digo que no voy a trabajar para que logren eso, porque de cierta forma los tendría que enfermar. Lo sano es tener integrado lo sexual con lo afectivo”.
En este cóctel de carrete, viagra y sexo, el alcohol es un arma de doble filo, porque por su efecto desinhibidor propicia estos encuentros de una noche, pero también produce disfunción eréctil. “Con el exceso de alcohol se pierde el control muscular pélvico, el cuerpo está más laxo y es más difícil para el hombre mantener la erección. Entonces, el viagra les da este respaldo de que puedo consumir lo que quiera, pero igual voy a poder funcionar. Es la presión de rendir a toda costa”, dice la sicóloga y terapeuta sexual, Nerea de Ugarte.
LOS MáS VISTOS.
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